jueves, 15 de diciembre de 2011

Adaptación, circunstancia, unicidad y muerte.


En nuestra visión occidental de la filosofía nos topamos con máximas. Yo en lo particular estoy a favor de las máximas, pero estas representan al igual que la filosofía y todo lo humano la obediencia de la necesidad de acuerdo a una circunstancia. 

En todo momento la filosofía igual que todo lo humano sirve al tiempo que lo concibió, cuando ésta función deja de ser útil sólo desaparece siendo remplazada por lo más nuevo y lo más útil de su tiempo. Para mí el problema más grave del hombre es que vive en el presente. Su obsesión por este tiempo que se nos escapa lo obliga a construir y a estar atento a lo que va a suceder. Pero no es solo eso, es todo el concepto de la historicidad distorsionada por el autor mismo de las letras, de la historia. Para mí, no hay avance en la historia del humano, no hay esta carrera que se intenta hacer creer que vamos ganando, solo hay épocas y eras que vamos dejando atrás, que mudamos pues se vuelven obsoletas. Pero el mismo avance de la humanidad no representa más que otro ciclo distinto al anterior. 

Aun así vivimos en la obsesión de creer que nuestra existencia ha mejorado considerablemente, si he de decirlo no hay mentira más grande que ésta. ¿Qué ha mejorado en nuestra vida? Igual seguimos muriendo, igual nos seguimos enfermando, igual seguimos sufriendo, igual seguimos en guerras, igual, con todo lo que el humano ha inventado, seguimos siendo humanos. Hemos caído en este modelo de creernos lo que nos dicen, seguimos siendo lo que éramos hace miles de años, una especie que jugaba con rocas y madera, ahora juega con metal y plástico. Y esta misma distracción se vuelve hacia nosotros mientras nos dirigimos a la aun inexpugnable muralla que representa la muerte. Pero la filosofía se ha dedicado a lo mismo, entretener con palabras que traten de calmar al mismo hombre para que esta, la muerte, no sea ese elemento tan caótico que tanto le aterra. Y para mí siempre hay varias formas de tomar el juego, ir con él o estar contra de él. Muchos ven el proceso de muerte como algo natural, lo aceptan, muchos le temen, otros como está pasando, y para no seguir engañados siempre ha pasado, le restan importancia viéndola como algo mejor que vivir. 

Para mí la muerte es algo de vital importancia, ya que es algo que afecta la “unicidad del ser” no es algo que se pueda conceptualizar, por eso hablar de ella es algo imposible, por lo mismo trataré de explicarla desde el concepto de “unicidad del ser”. Creo que la muerte es algo que va mas allá de uno, por lo mismo no pensamos en la muerte como algo que nos suceda, sino que les sucede a los demás tratando de explicarla desde lo que sentirían los demás si llegara nuestro fin. Por eso la “unicidad del ser” es algo primordial para explicarlo.

La frase “no hay nadie como tú”, “eres único y especial” es un término aplicable, desgastado por la masividad de su uso. Lo cierto es que el ser es único, solo hay uno de su tipo por cada uno de los entes que lo portan. Y los otros, el yo, obtiene de esta “unicidad” un sentimiento ideal que refleja en la pérdida de esta “unicidad”, la pérdida del ideal mismo. La perdida misma de “la unicidad” significa el nacimiento de un tipo de rencor, de una herida que no podría sanar si he de permitirme explicarlo de esta manera. Ahora seré más directo, la muerte, en tanto que perdida del ideal, significa el termino de la “unicidad” de un orden establecido significa la pérdida de la normalidad de una rutina prefabricada que a su vez nos provoca ansiedad al tratar de llenar esta el vacío dejado del ideal. Para remediar esto se requiere de la adaptación según la necesidad del que ha perdido este ideal. Lo cierto es que nunca es reemplazable, es, quizás atenuado el sentimiento. Esto hace crecer en mí la idea de que la unicidad representa el ideal que nos formamos, en todo momento más que la verdadera personalidad del que esta frente a nosotros, pero unicidad será un concepto del que hablaré más adelante.

Siguiendo pues con la adaptación me parece que ha nacido a causa de la muerte de los ideales, más que de la unicidad misma, esto es lo que nos lleva al progreso mismo de la que consideramos sociedad de nuestra era. Todo fin del hombre va siempre dirigido a aliviar este sentimiento de muerte, es por eso que quizás sea nuestro gran temor a esta, ya sea aceptándola, huyendo de ella o no importándonos esta misma, lo que nos ha hecho progresar. Al final me parece que de entre todo el hombre es conciencia de algo y este algo es que se va a morir.

jueves, 8 de diciembre de 2011

El otro y el “yo”.


Hasta ahora no había hablado del otro, quizás sea porque me resulta un tema muy difícil. Viendo siempre hacia el pasado me encuentro con que soy un solitario al que no le gusta ser interrumpido en su soledad, pero que aun así, necesita de esa interrupción para poder vivir o más bien, seguir viviendo dentro de los parámetros establecidos. Una reflexión más profunda me hizo darme cuenta de que los humanos son seres solitarios, pero que, determinados por la cultura, que al final viene a ser la unión misma con el otro, somos educados para estar juntos.

Esto es algo singular pues estoy seguro de que la irrupción de alguien más en lo que es el “yo” personal  es algo que irrita a todo el mundo, y esto se debe principalmente porque en todo momento, por el mismo hecho de existir, el otro siempre invade mi yo. Esta invasión es tolerable solamente porque muchos necesitan de esta invasión para llenar el vacío que la sociedad nos ha inculcado a sentir cuando estamos solos. Lo cierto es que nadie se libera de estar en contacto con el otro, en ningún momento, de ninguna forma. La molestia principal llega cuando el otro no busca lo que mi “yo” busca, es decir, sus intereses, su “yo”, se interpone entre mi “yo” y lo que busco volviendo una lucha aquello que es solo infinidad. Esta misma lucha se extiende a todos los ámbitos de la vida y al final el aforismo “conócete a ti mismo” solo es aplicable cuando no hay nadie más cerca, de que nos sirve conocernos nosotros mismo si, al final, siempre existirá la otredad que nos interrumpa.

No hablo de juicios, no intentaría meterme con algo tan complicado como eso, simplemente medito si es posible que, aquel que no soy yo, pueda realmente ayudarme, es decir, sea un intruso beneficioso, pues al final de todo aquel que no soy yo no tiene obligación alguna para con mi “yo”. Y esto es lo que más me ha inquietado, aquel que no soy yo no tiene ninguna obligación y es la misma sociedad que nos une la que propicia este error, cuando el ideal sería lo contrario. Para Lévinas la alteridad nos llama a responderle, pero como responder a una alteridad voraz que solo ve por sus propios beneficios. La ética debería ser justicia pura para todos, una ética en la que solo se dé sin recibir es una ética de la no supervivencia. Para mí, la alteridad nos llama, pues hay en ella lo que nosotros queremos ver e intentamos salvarla, es decir, salvar al otro para de esa manera salvarnos nosotros mismo, nuestro propio “yo”.

Pero ninguna ética aplica de manera perfecta, pues el otro siempre se escapa de su propia miseria al aceptar la de los demás. Para mí, en todo caso, en toda vez y en todo momento los problemas del humano nacen cuando otro humano existe. Por el otro hemos aprendido a callar, a juzgar y a ser cautelosos. Esto hace que finalmente me pregunte si es bueno lo que emprendimos al juntarnos y ser un colectivo en vez de la individualidad. Recientemente tendemos a esta última sin darnos cuenta de que dependemos del otro en todo momento, esa “individualidad” no es más que la aparente. No es la que en un principio deberíamos tener. Por eso mismo es que un ética de “morir por la alteridad” no aplica en nuestros días, no es útil y por lo tanto no nos sirve, esto no quiere decir, que esa ética no me llame la atención, de hecho es la que mas afín encuentro conmigo.

Quizás parezca que me inclino entonces, por el ideal de Heidegger de no molestar al otro mientras cada uno por su parte ven el ocaso en un monte apartado. La realidad es que eso es imposible, el otro entra en mí desde el momento de estar allí y el ocaso no es el mismo, la realidad no es la misma y mi percepción tampoco lo es. Más bien me inclinaría a pensar en el hecho mismo de que el otro debería ser una intervención cordial un intruso que, lo menos que puede o debería poder hacer es: ser lo menos incomodo posible para la alteridad circundante. Seriamos entonces como la cordialidad que damos y recibimos sin intervenir plenamente en la vida de otro pero sin estar alejados.

Sé que como todo ideal, este pensamiento sobrepasa lo que la realidad es. También me imagino el mundo siendo de esa manera en donde todos seamos cordiales y nadie intervenga de manera inesperada en la vida de los demás, sería quizás como un grupo de personas absortas en su propia vida, consientes de la de los demás y a la vez de interesados, alejados de los problemas de estos. Esa sociedad imaginaria podría llegar a ser igual de autodestructiva como la de ahora o la de cualquier momento de la historia ya sea real o ficticia. Pero estoy obligado a defender lo que pienso y a mis ideales pues no soy otra cosa que estos.

martes, 29 de noviembre de 2011

La capital.


Dicen que hablamos extraño, que decimos medias verdades con palabras rebuscadas enmarcadas en un sistema predefinido en el que pocos pueden entrar. Yo les digo que hablamos como nadie habla porque lo que decimos no es tan importante como para dominar la realidad. Son, en todos los aspectos filosofía, todos ellos, que se preguntan sobre la conciencia, porque tener conciencia es preguntarse desde  el primer momento, pues tener necesidad implica ser consciente de ella en primer momento y después buscar la respuesta que la remedie. Así va a parar mi devoción hacia lo vacía, pues, mientras la literatura son apenas las pinturas prehistóricas en una cueva, de lo que estas habla y hacia donde el significado de estas va es en todo momento filosofía.

Aun así les admito la derrota del acopio de palabras y yerros continuos. Pero es lo más normal, pues, entre mas se alejó el hombre del primer instinto de satisfacer una necesidad real, comenzó a preocuparse sobre la necesidad que representaba el mismo, es decir conocerse en su totalidad y ponerse en una realidad, no solo y sin uso, sino con una certidumbre de lo que él era y además, que debía hacer en el mundo. Teniendo esto en cuenta lo único que se podía hacer fue, en todo momento, diversificar el lenguaje y hacerlo lo más exacto posible para evitar cualquier tipo de error y acercarnos aquellos conceptos a la realidad más próxima. Se trataría entonces de realizar la pintura más exacta diversificando esos colores, haciéndolos más visibles y cercanos a la realidad, complicados, con trazos delineados, experimentado con la superficie bidimensional de la piedra, buscando siempre tener la realidad enfrente, así, aquella pintura cobraría vida y se convertiría en la respuesta definitiva a la necesidad, no sería nada mas una pintura o una explicación, sería el humano explicado en el papel de una vez por todas.

Pero en todo sentido, si he de propasar mis facultades, si es que poseo algunas, he de decir que todos mis predecesores han fallado en su falta de visión hacia un pasado tan lejano y distante, quizás porque necesitaban resolver sus problemas más cercanos de una manera adecuada y rápida. Todos ellos adoran a un platón, a un Sócrates sin preocuparse por el pasado más antiguo ni por nada que no sea lo más presente. Aun soy, la larva de lo que pueda estar por venir, pero yo, en mi estado actual, poseo la cualidad de criticar lo que han hecho. Y lo que han hecho a mi parecer para dar la explicación a la necesidad, es, como dijo alguna vez Wittgenstein, caminar alrededor de lo inefable sin poderlo nunca tocar. 

Diría que incluso concebir lo inefable lo vuelve cercano y por lo tanto manipulable, así lo hizo este filosofo, que, usando dicho termino se escudo para decir que había algo mas allá de lo que no sé podía hablar y que por lo tanto no sé debería llegar a eso. Pero ese fue su error, todos los humanos hasta ahora nacidos han tratado de llegar, de una u otra manera, hacia ese lugar inefable llamado humano, que, desde que se puso a sí mismo un nombre, humano, se ubico en un mundo manipulable, y al hacerlo se hizo manipulable por todos, así como por sí mismo. Su premura sin embargo le hizo olvidar ponerse una utilidad en este mundo que no fuera otra que ser manipulado y no pudiendo encontrar otra cosa más relevante lo dejo, quizás como dijo Wittgenstein en lo inefable. Lo correcto sería tratar de penetrar aquella capa y preguntarnos desde un principio, desde ese pasado tan antiguo, qué seria del humano si no se llamara a sí mismo, si no fuese manipulable, como lo es el lenguaje.

Finalmente, cansado del discurso reciente, y extraviado en más preguntas que respuestas, dejo este tema, jamás terminado, empezado quizás por un capricho, y sobre todo inútil, pues lo encuentro poco logrado toda vez que solo sirve para pensar en el pasado y no en el futuro. Aun así tengo esta última reflexión: el humano es lo que usa, y lo que usa es lo que la necesidad manda para ser saciada, por lo tanto, el humano es necesidad primero, explicación después, pero nunca es, la nada o el todo, ni siquiera la pregunta principal de su realidad. El humano es aquella creatura concebida para divertir a los demás mientras se divierte a sí mismo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Verdad y trascendencia.


La subjetiva verdad.

Dude poco para elegir el titulo. Si bien no me había convencido del todo, pude entrever que la subjetiva verdad me sometía a nada en un todo definido. No estando sometido entonces soy libre de decir lo que pienso más que lo que quiero, por eso la subjetiva verdad no está dirigido a encontrar nada, ni la verdad ni la mentira, sino solo a viajar a través de lo que puede ser, de lo que será y de lo que fue, porque la verdad, como está escrito arriba, es de quien la inventa. En esta primera entrada trato de abordar algunas cosas sobre verdad y trascendencia, la revisión del texto fue rápida pues aun carezco del tiempo necesario para revisar a detalle cada entrada, cosa que espero remediar pronto.

Verdad y trascendencia. 

Si bien es cierto que la verdad abunda esta es la verdad conveniente, es decir adecuada a las necesidades, la verdad absoluta no le incumbe al hombre, pues el hombre en tanto que es hombre, ni puede alcanzarla, es mas, no puede ni siquiera dilucidar que es la verdad. Así pues los ateos tienen su dios, no en el sentido estricto, pero tienen a su realidad para adorar, y tienen a su “verdad conveniente” para asirse de ella, en tanto que ellos mismos conocen que los medios que tienen son escasos, mas aun podrían estar equivocados, pero pensar en esto mismo, en otra verdad que no sea la suya, en otro “dios” que no les complace, les causa molestia, los incomoda pues viven adorando al adorno que mejor les queda. Si esto es bueno o malo no me corresponde a mi calificarlo, seria tarea del momento, de la época, definirlo, pues bien, mal y moral, son lo mismo que verdad, conveniencias a favor del lo que sirven, de lo que representan. Así pues el hombre encuentra su mayor punto de dolor en la historia, mas perfectamente explicado en los errores, que de esta, repite. No es una manera de pensar adecuada pero es como debe ser, tal como es la cultura, pues estoy sujeto a decir lo que en los márgenes de mi sociedad crece, nunca a ir más lejos, pues ir más lejos queda fuera de mi concepción como humano, o más bien, como ente sometido a una cultura. 

El error más grave, es que si no puedo ir más lejos, ¿sería posible entonces traer del pasado un producto? La respuesta es la misma a la de ir mas allá de mis fronteras, es imposible, es allí el gran problema de la filosofía, resuelve los problemas del pasado, o intenta hacerlo, dejando el presente arruinado y un futuro incierto. Aun así, como en el producto, si pudiera ir más lejos este no sería entendido. Ni siquiera las quimeras o monstruos serian posibles, al menos dentro de lo que está afuera se trata, pues todo lo que está afuera tiene reflejo en lo que adentro se encuentra, podría quizás rayar el infinito y traer una piedra, una piedra común y corriente que todos despreciarían por ser normal o demasiado anormal como para saber que procede del infinito mismo. De allí viene el problema del hombre también pues mientras la piedra es piedra, no es más que lo normal, y la trascendencia al infinito se queda en este mundo, es un infinito con concepto desde lo finito, la trascendencia vista desde donde no se puede alcanzar, es como la mosca que no puede salir y se estrella con la ventana. 

Por eso nos aferramos a la pensamiento de los ideales como algo que existe de facto, y que su hermosura no está determinada en lo que es sino a los efectos o afectos que uno tiene para con algo, de esta manera se forma la trascendencia de lo finito, de esta manera se alcanza lo eterno. Por eso el gusto por los fetiches, por el portar algo que creemos mas allá de lo finito con nosotros. Estas voluntades si bien son débiles pueden alcanzar ciertos grados de conciencia, es decir, su debilidad subyace en la fortaleza y la voluntad de sus sueños para alcanzar la grandeza a través de ese mismo fetiche al que se le ha otorgado la eternidad del ideal, que, en tanto que es grandeza lo que desean, también es finito lo que obtienen (por que la definición de grandeza siempre es desde la carencia de esta). Así pues y continuando con los ateos, que se proclaman sin adorar a nadie, ellos mismos tienen su dios y este es su propia verdad, que los conceptos no confundan pues para eso se diversificaron, para ocultar a los débiles en las grietas que intentan levemente describir los conceptos, pudiendo apenas y envolverlos, es más, enmascararlos confiriéndoles una pertenencia que todavía muchos, sino es que todos, se niegan a confesar.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Inauguración.

Si hay algo que debería existir, es decir, algo que siempre debería acompañar al hombre como humanidad, es, sin duda alguna, la filosofía. He oído en algunas ocasiones que ésta, la filosofía, está muriendo, que la han enterrado y reniegan de ella, que las demás ciencias la han remplazado y que no nos sirve para nada, en países como México, por ejemplo, se encuentra agonizando. Considero esto muy adecuado, pues cuanto más hondo se está en el abismo, más brillante resulta el único rayo de luz que nos llega. Sepan todos que la filosofía no ha muerto, pues, como rezan aquellas frases de química y física, la materia y/o energía no se crean ni se destruyen, solo se transforman, de donde habrá nacido este enunciado sino es de la filosofía misma. Y es que, si hemos hecho algo mal, es hablar por la filosofía, volverla algo inalcanzable, una institución, algo que solo unos pocos son capaces de desarrollar cuando lo cierto, lo más adecuado, es, que todos somos capaces de alcanzarla, porque de ella venimos y a ella vamos, pues nosotros la hicimos para saber cómo hacernos. Y es que la misma filosofía se transforma, pues acompaña al humano, porque la misma filosofía es el humano, porque la filosofía es pregunta, por que el humano es pregunta, y por último, porque la filosofía en su cualidad de pregunta, es pregunta sobre el humano, una pregunta que se pregunta.

Por eso, si algo he de hacer en  lo que plasme aquí, que vaya dirigido a ayudar, a responder, sea de lejos o cerca, algo. Pues en tanto que la filosofía es pregunta, la respuesta, no es lo que busca. La necesidad será siempre la pregunta, la respuesta servirá a la necesidad, no para satisfacerla, sino para sosegarla. Así, creo, inicio con este espacio expectante a lo que venga de ustedes los que lean lo que escribo. Juzguen pues bien o mal lo que escribo y así tal vez encontremos fin al sufrimiento de la pregunta, del humano mismo lo cual, quizás sea imposible.